(1r premi)
En un pequeño pueblo entre las montañas, que
aglutinaba tres masías, extensas tierras y un río, vivía una familia de
humildes payeses, que no andaban bien económicamente, con sus hijos.
María, la madre, se despertaba cada mañana temprano
e iba a dar de comer a las gallinas, a las vacas, a las ovejas y a los cerdos;
mientras que Juan, el padre, preparaba el desayuno para toda su familia. Cuando
sus tres hijos despertaban, desayunaban juntos y, más tarde, la madre iba a
trabajar en el campo, el hombre se quedaba limpiando y ordenando la casa, y
Miguel, Tulio e India iban a jugar.
Un 9 de agosto, Tulio había preparado una excursión
al río, y los tres hermanos seguían su curso hasta llegar a una pradera dónde
había un pequeño lago, el cual al fundirse su color con el del cielo creaba un
precioso efecto. Estaba rodeado de colorida vegetación y había un columpio en
el medio de este maravilloso campo.
India se acercó al lago a lavarse la cara y las
manos con el agua cristalina y purísima. Eso hizo que ese día, después de dicho
“ritual”, viera una especie de isla minúscula con una puerta de piedras
superpuestas en el medio de ese lago, que daba paso a una pequeña cueva. Así
tan rápido como lo vio, decidió contárselo a sus hermanos. Tulio, quien no
carecía del don de aventurero, decidió acercarse, pero Miguel, el más previsor
de todos, le advirtió del peligro que eso suponía.
India, la más delicada y pura, quiso ir sin más
dilación, así que se dobló un poco las mangas y los pantalones y empezó a
entrar lentamente. Pero de pronto se empezó a escuchar un gran ruido y tres
grandes rocas que rodeaban la isla empezaron a salir de dentro de la laguna.
La chica se dirigió a la que tenía más cerca y
descubrió en su centro una <T> escrita con profundidad. Le pidió a Miguel
que fuera a ver otra y, en su centro, había una <M> escrita de la misma
forma. India le pidió que se alzara en ella, y a Tulio, que se pusiera enzima
de la <T>. Fue a por la última roca, y como suponía, había una <I>
grabada en ella. Se puso encima.
Las rocas empezaron a acercarse con un ritmo rápido
hacia la isla, y los niños, con una mezcla de sentimientos, se encontraron en
ella. La puerta de la cueva se abrió y de ahí empezaron a salir unas bellas mariposas
blancas, con un vuelo suave y delicado. Seguidamente cayeron unos pétalos
dorados y otros blancos hacia el agua, y otros se quedaron en el suelo de la
espectacular cueva.
Finalmente, cuando la magia se acabó, decidieron
entrar. Pero su máxima sorpresa fue entrar y ver ese enorme cofre lleno de oro,
que no dudaron ni un segundo en dar hasta el último céntimo a sus padres, ya
que su pobreza hacia que hubieran de trabajar cada día para poder tener un pedacito
de pan para cenar.
Volvieron a su casa. Al llegar, les contaron la
mágica aventura a sus padres y seguidamente les dieron todo el oro. Sus padres,
llorando de la emoción, estaban tan agradecidos que decidieron ir de inmediato
a verlo todo.
Tal fue su sorpresa al llegar y ver la cueva derrocada
y el lago sin las tres piedras con sus iniciales. Pero sabían que sus hijos
estaban diciendo la verdad, así que se arrodillaron y dieron las gracias al
lago por salvarlos de su pobreza. Y juraron que, para mostrar su
agradecimiento, volverían los cinco al menos una vez por semana.
Se dice que en ese lago quedaron sus almas para
siempre, y que es por eso que es visitado por las mariposas blancas cada 9 de
agosto. Es cierto que hay una montaña de piedras en el medio de este lago, y se
cuenta que las monedas que se pueden
apreciar en su fondo son las que cayeron del gran cofre ese día. Algunos,
incluso, dicen haber visto alguna piedra con una <T> en su fondo.
Yo no lo he visto, pero sospecho que es cierto. Mi
abuelo Tulio me lo contó ayer, 9 de agosto.
Alba Martos, 4t A
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