ALGETE (1r premi)
Era
una tarde de verano, yo estaba en la tumbona del patio trasero
descansando, Marc estaba dentro, en su habitación jugando a la Play.
Fue
esa misma tarde cuando mi madre nos dijo que mañana nos iríamos
Marc y yo a casa de los abuelos, en un pueblacho de Madrid.
En
realidad no era ningún pueblacho, era una ciudad llamada Algete, a
unos seiscientos kilómetros de Barcelona, o sea mi patria.
Por
la noche yo ya empecé a hacer la maleta, aunque sin gana alguna, por
que había escuchado muchas historias de pequeña sobre Algete, todos
relacionados con un incidente que hubo en mil novecientos ochenta y
siete, con una niña llamada Maria, murió con solo once años de
edad, la encontraron muerta en un pozo.
La
policía nunca verbalizó la causa de la muerte, así que empezaron
los rumores.
Al
llegar el día siguiente, a la media hora de levantarme ya estaba
lista para salir de casa, y mi padre y mi madre nos acompañaron
hasta el aeropuerto.
-Clara,
vuestro avión sale dentro de no mucho, ir dirijiendoós hacia la
entrada, y cuida de tu hermano, te hago responsable de él.
-¿Cuánto
tiempo estaremos allí?-dije cogiendo la maleta-Que acabamos de
empezar el verano.
-Un
par de semanas.
Suspiré
y seguidamente cogí la maleta de mi hermano.
-Bueno
pues hasta dentro de dos semanas mamá.
Nos
despedimos y me dirigí arrastrando a mi hermano hasta la puerta de
embarque.
Después
de dos horas de vuelo al fin estábamos en el aeropuerto de Barajas,
Madrid.
-¡Clara!-chillaba
mi abuela mientras bajábamos las escaleras mecánicas-¡Estamos
aquí!
Al
llegar a casa de los abuelos, que era un piso no muy grandecito, dejé
mis cosas en la habitación de invitados (por mala suerte tenia que
compartir cuarto con mi hermano).
El
día se me pasó volando, aunque a la vez lento, y encima era unos de
esos días nublados, que no te apetece hacer nada, solo vaguear, y se
pasó rápido por que pasé jugando a juegos de mesa con los abuelos,
mi hermano, en cambio, se pasó el día con la play.
Por
la noche, Julia (mi abuela), me mandó a dejar unos viejos documentos
al trastero, que está en el sótano.
Le
dije a Marc que me acompañara, por que no quería ir sola.
Cuando
salimos del ascensor, empecé a tener un poco de miedo por que hacia
frio, se oían ruidos, y la bombilla estaba fundida.
Fuimos
avanzando lentamente, y raramente, Marc me agarró de la mano por que
tenía miedo.
Él
tiene diez años, y yo quince, soy la hermana mayor y se supone que
tengo que cuidar de él.
Empecé
a acelerar el paso, cogí las llaves que estaban en mi bolsillo
izquierdo y escogí la llave que me indicó mi abuela anteriormente.
La introducí en la cerradura, y entonces fue cuando vi algo moverse
dentro del trastero.
Era
una sombra oscura y larga, se movía con agilidad, y le dije a Marc:
-No
pasa nada, seguro que es un gato o algún animalillo que se ha colado
por la ventana.
-S-supongo...
Entonces
la sombra se dirigió hacia nosotros.
Empecé
a notar mi cuerpo mojado, me desperté y salté de la cama, Marc me
había tirado un cubo de agua encima, por puro chincheo.
Resultó
ser todo producto de mi imaginación, excepto que si estaba en
Algete, y me había ido a dormir un rato.
Vicky Serrulla, 2n A
EL CRIMEN (3r premi)
Éramos una pareja aparentemente feliz, con sus
peleas y problemas, pero ninguno tan grave como para acabar con nuestra
relación, menos aquel, que me hizo cambiar de parecer. Nos casamos dos años
después de conocernos, por la iglesia, por capricho de su padre, quien era el
típico hombre que había triunfado en la vida, tenía lo que deseaba y más, y por
ello le odiaba.
Más tarde, tuvimos un hijo, llamado Max, un nombre
que nunca me había gustado, pero aun así, le amaba. Con tan solo un año de
vida, murió ahogado en la bañera, supuestamente por accidente, pero yo sabía
que él lo había provocado. Nunca pudo
soportar saber que Max no fuera hijo de su propia sangre, y menos después de
haberme acostado con alguien ajeno a él. Mi odio hacía él crecía y no cesaba.
Era insoportable. Mi única escapatoria era deshacerme del provocador de ese
sufrimiento. Y así fue.
Un día cualquiera, cuando volvía del trabajo, él
estaba en la cocina, preparando un postre, escuchando una música a un volumen
tan alto que ni siquiera me oyó entrar. Era el momento idóneo para llevar a
cabo mi venganza. Cogí una pequeña estatua de bronce del comedor y le golpeé.
Le maté, así, sin más. No me sentía mal por ello, al contrario, y menos después
de saber todo lo que había hecho. Nunca le había amado, aunque sabía que era mi
marido y era mi deber hacerlo.
Me deshice de todas las pruebas posibles y arrojé
el cuerpo al río. Sin embargo, las cosas no sucedieron tal y cómo yo había
planeado. Dos años más tarde, las pruebas me delataron y descubrieron que yo
había sido la
causante de la muerte de Nash. Las diferentes
pruebas psiquiátricas revelaron el grave trastorno que padecía, el cual fue el
causante de provocar el homicidio que acabó con la vida de mi marido.
Y hoy, uno de Marzo de 1994, después de tres años
del asesinato, intento completar parte de la terapia que me asignan,
escribiendo hechos tal y cómo los recuerdo, a lápiz y papel, encerrada en mi
pequeña habitación entre las cuatro paredes de las que nunca podré escapar.
Júlia Blanes, 2n A
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