dissabte, 2 de maig del 2015

Guanyadors conte 2n d'ESO castellà

ALGETE (1r premi)

Era una tarde de verano, yo estaba en la tumbona del patio trasero descansando, Marc estaba dentro, en su habitación jugando a la Play.
Fue esa misma tarde cuando mi madre nos dijo que mañana nos iríamos Marc y yo a casa de los abuelos, en un pueblacho de Madrid.
En realidad no era ningún pueblacho, era una ciudad llamada Algete, a unos seiscientos kilómetros de Barcelona, o sea mi patria.
Por la noche yo ya empecé a hacer la maleta, aunque sin gana alguna, por que había escuchado muchas historias de pequeña sobre Algete, todos relacionados con un incidente que hubo en mil novecientos ochenta y siete, con una niña llamada Maria, murió con solo once años de edad, la encontraron muerta en un pozo.
La policía nunca verbalizó la causa de la muerte, así que empezaron los rumores.
Al llegar el día siguiente, a la media hora de levantarme ya estaba lista para salir de casa, y mi padre y mi madre nos acompañaron hasta el aeropuerto.
-Clara, vuestro avión sale dentro de no mucho, ir dirijiendoós hacia la entrada, y cuida de tu hermano, te hago responsable de él.
-¿Cuánto tiempo estaremos allí?-dije cogiendo la maleta-Que acabamos de empezar el verano.
-Un par de semanas.
Suspiré y seguidamente cogí la maleta de mi hermano.
-Bueno pues hasta dentro de dos semanas mamá.
Nos despedimos y me dirigí arrastrando a mi hermano hasta la puerta de embarque.
Después de dos horas de vuelo al fin estábamos en el aeropuerto de Barajas, Madrid.
-¡Clara!-chillaba mi abuela mientras bajábamos las escaleras mecánicas-¡Estamos aquí!
Al llegar a casa de los abuelos, que era un piso no muy grandecito, dejé mis cosas en la habitación de invitados (por mala suerte tenia que compartir cuarto con mi hermano).
El día se me pasó volando, aunque a la vez lento, y encima era unos de esos días nublados, que no te apetece hacer nada, solo vaguear, y se pasó rápido por que pasé jugando a juegos de mesa con los abuelos, mi hermano, en cambio, se pasó el día con la play.
Por la noche, Julia (mi abuela), me mandó a dejar unos viejos documentos al trastero, que está en el sótano.
Le dije a Marc que me acompañara, por que no quería ir sola.
Cuando salimos del ascensor, empecé a tener un poco de miedo por que hacia frio, se oían ruidos, y la bombilla estaba fundida.
Fuimos avanzando lentamente, y raramente, Marc me agarró de la mano por que tenía miedo.
Él tiene diez años, y yo quince, soy la hermana mayor y se supone que tengo que cuidar de él.
Empecé a acelerar el paso, cogí las llaves que estaban en mi bolsillo izquierdo y escogí la llave que me indicó mi abuela anteriormente. La introducí en la cerradura, y entonces fue cuando vi algo moverse dentro del trastero.
Era una sombra oscura y larga, se movía con agilidad, y le dije a Marc:
-No pasa nada, seguro que es un gato o algún animalillo que se ha colado por la ventana.
-S-supongo...
Entonces la sombra se dirigió hacia nosotros.
Empecé a notar mi cuerpo mojado, me desperté y salté de la cama, Marc me había tirado un cubo de agua encima, por puro chincheo.
Resultó ser todo producto de mi imaginación, excepto que si estaba en Algete, y me había ido a dormir un rato.
                                                                                            Vicky Serrulla, 2n A

EL CRIMEN (3r premi)

Éramos una pareja aparentemente feliz, con sus peleas y problemas, pero ninguno tan grave como para acabar con nuestra relación, menos aquel, que me hizo cambiar de parecer. Nos casamos dos años después de conocernos, por la iglesia, por capricho de su padre, quien era el típico hombre que había triunfado en la vida, tenía lo que deseaba y más, y por ello le odiaba.
Más tarde, tuvimos un hijo, llamado Max, un nombre que nunca me había gustado, pero aun así, le amaba. Con tan solo un año de vida, murió ahogado en la bañera, supuestamente por accidente, pero yo sabía que él lo había provocado.  Nunca pudo soportar saber que Max no fuera hijo de su propia sangre, y menos después de haberme acostado con alguien ajeno a él. Mi odio hacía él crecía y no cesaba. Era insoportable. Mi única escapatoria era deshacerme del provocador de ese sufrimiento. Y así fue.
Un día cualquiera, cuando volvía del trabajo, él estaba en la cocina, preparando un postre, escuchando una música a un volumen tan alto que ni siquiera me oyó entrar. Era el momento idóneo para llevar a cabo mi venganza. Cogí una pequeña estatua de bronce del comedor y le golpeé. Le maté, así, sin más. No me sentía mal por ello, al contrario, y menos después de saber todo lo que había hecho. Nunca le había amado, aunque sabía que era mi marido y era mi deber hacerlo.
Me deshice de todas las pruebas posibles y arrojé el cuerpo al río. Sin embargo, las cosas no sucedieron tal y cómo yo había planeado. Dos años más tarde, las pruebas me delataron y descubrieron que yo había sido la

causante de la muerte de Nash. Las diferentes pruebas psiquiátricas revelaron el grave trastorno que padecía, el cual fue el causante de provocar el homicidio que acabó con la vida de mi marido.
Y hoy, uno de Marzo de 1994, después de tres años del asesinato, intento completar parte de la terapia que me asignan, escribiendo hechos tal y cómo los recuerdo, a lápiz y papel, encerrada en mi pequeña habitación entre las cuatro paredes de las que nunca podré escapar. 

                                                                                                                      Júlia Blanes, 2n A

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